Fotografias de Miyoko Ihara.
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Nos ocurre que en alguna conversación con personas que no han tenido la oportunidad de compartir con un gato, comenten – los gatos no son animales de fiar, no son fieles amigos y son interesados – a lo que en mi caso suelo responder: –date la oportunidad de ganarte el corazón de un gato, solo entrégale tu cariño y recibirás el mejor de los regalos, su amor incondicional -.
Los gatos son animales de espíritu libre, no desean que te impongas como su dueño o su amo, quieren y esperan de tí un amigo para todos los días, que respetes su espacio y su carácter indomable y que simplemente disfrutes de su compañía bajo los rayos del sol.
No espero que quien no desee comprenderlo, fácilmente capte la sutileza que entraña la amistad con un gato. Pero sí me convenzo de que, tras conocer la historia en fotos, de la abuela y su gato (como tantas otras existen aún sin estar documentadas), muchos sientan la entrañable amistad y fidelidad que puede surgir entre un gato y su amigo el humano.



La Abuela y su Gato
“Bajo el sol, cada día es un buen día. Otro buen día Fukumaru”.
Y así inicia con esta frase, otro día para Misao y su gatito Fukumaru, con quien comparte todos los momentos de su vida, desde que le encontró en un cobertizo siendo un cachorrito. Le cuidó y entregó su amor, permitiéndole crecer como un gato hermoso y fuerte… ¿y qué otra cosa puede desear un pequeño gatito abandonado?



Fukumaru, nombre dado al gatito por Misao se traduce como «El dios que cierra el círculo de la buena suerte».
Una vez más se cumple la frase “una imagen vale más que mil palabras”. Basta con ver parte de la obra de Miyoko Ihara en estas fotos para comprender cuán grande puede ser la amistad entre un gato y un humano. Fukumaro no pierde un momento de su vida para prodigarle su amor a Misao y como todo gatero sabe, cuando un gatito nos besa, nos está demostrando un profundo amor.



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Misao desconoce cuánto tiempo más en este mundo, será compartido por ella y su amigo, de lo que sí está segura es que vivirá sus últimos años rodeada de amor en un entorno de belleza y paz campestre junto a su inseparable Fukumaru.






Fukumaru recibe grandes dosis de mimos por parte de su amiga la abuela Misao.
Misao fue durante toda su vida una mujer acostumbrada al trabajo duro del campo y que, a pesar de sus años, continúa sus faenas con tanto esmero como antaño, ahora en compañía de Fukumaru.
“Bajo el sol, cada día es un buen día. Otro buen día Fukumaru”



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